El 16 de septiembre de 2023, un suceso geológico sin precedentes sacudió el fiordo Dickson, ubicado en el este de Groenlandia. Un enorme desprendimiento de hielo y roca proveniente de un glaciar moribundo generó una avalancha que, al impactar con el mar, desencadenó un megatsunami de aproximadamente 200 metros de altura. Esta cifra no solo lo convierte en el más alto registrado desde 1980, sino que supera ampliamente las olas producidas por desastres sísmicos históricos como los de Indonesia en 2004 o Japón en 2011.
Luego, en octubre, el patrón se repitió tras un segundo deslizamiento. Nadie entendía exactamente qué estaba pasando.
La explicación llegó mucho después. Investigadores de la Universidad de Oxford lograron descifrar el enigma gracias a datos obtenidos por el satélite SWOT (Topografía Oceánica de Aguas Superficiales), lanzado por SpaceX en diciembre de 2022. Este satélite, dotado con el avanzado Interferómetro de Radar de Banda Ka (KaRIn), permite cartografiar el 90 % de las aguas superficiales del planeta con una precisión sin precedentes.
Gracias a esta tecnología, los científicos confirmaron que la ola gigantesca no desapareció tras el impacto inicial. En cambio, quedó atrapada dentro del sistema de fiordos, generando un fenómeno conocido como seiche: una onda estacionaria que oscila de un lado a otro, como el agua en una bañera tras un movimiento brusco. Esta oscilación fue la responsable de las anomalías sísmicas globales que desconcertaron a los expertos durante días.
Hasta ahora, los satélites convencionales no eran capaces de registrar estos fenómenos. Limitados por sus trayectorias y frecuencia de medición, apenas ofrecían perfiles unidimensionales del mar. El SWOT cambió las reglas del juego: su capacidad para medir diferencias mínimas en la altura del agua a lo largo de franjas de 50 kilómetros permitió detectar las pendientes formadas por la onda atrapada en el fiordo.
Al analizar los datos capturados en distintos momentos, los investigadores elaboraron mapas de elevación que revelaban pendientes en direcciones opuestas, evidencia clara de que el agua se movía de un lado al otro. Además, al cruzar esta información con mediciones de movimientos en la corteza terrestre a miles de kilómetros, pudieron reconstruir el comportamiento de la ola incluso en momentos no observados directamente por el satélite.
También descartaron otras posibles causas, como el viento o las mareas, al comparar con las condiciones meteorológicas del período. Todo apuntaba a una única fuente: el deslizamiento de tierra provocado por el retroceso del glaciar debido al cambio climático.
“La crisis climática está generando nuevos extremos invisibles, especialmente en regiones remotas como el Ártico, donde nuestra capacidad de medición con sensores físicos es limitada”, explicó Thomas Monahan, autor principal del estudio y doctorando en Ingeniería en Oxford. “Este estudio demuestra cómo la nueva generación de observación terrestre por satélite puede revolucionar nuestra comprensión de estos procesos”.
Su colega y coautor, el profesor Thomas Adcock, agregó: “Esta investigación es un ejemplo de cómo podemos resolver misterios del pasado con tecnologías que antes no existían. El SWOT marca un punto de inflexión para el estudio de zonas complejas como los fiordos”.
Más allá del asombro científico, el fenómeno del megatsunami en Groenlandia es una poderosa advertencia. A medida que los glaciares retroceden por efecto del calentamiento global, aumentan los riesgos de desastres naturales en zonas antes consideradas estables.
En este caso, fue necesaria una ola de 200 metros y tecnología satelital de vanguardia para comprenderlo. ¿Cuántos otros eventos invisibles estarán ocurriendo sin que podamos verlos?
Monahan, T., Tang, T., Roberts, S. et al. Observations of the seiche that shook the world. Nat Commun 16, 4777 (2025). https://doi.org/10.1038/s41467-025-59851-7